La banquetita no estaba en su mejor estado: tenía una pata atada con alambre -literal- y un tapizado de un lindo color pero destruído. Cuando la fuimos a buscar, estaba en un rincón de la casa de Verónica, escondida, como queriendo pasar desapercibida. Heredada de su abuela -al igual que la cómoda que reciclamos para Olivia, su beba, hace un tiempo- estaba cargada de valor sentimental pero inutilizada por su estado.
Vero nos dejó interpretarla de acuerdo a lo que habíamos visto en su casa: colores rojos, arenas y chocolates. Se nos ocurrió darle un look entre moderno y clásico, como una mezcla de nostalgia y romanticismo, esa mezcla de sentimientos que emanaba la banquetita desde el primer momento en que la vimos. Este fue el resultado. Vero la tendrá prontísimo en su casa, como un detalle divino en su living y estamos seguras de que ahora ocupará un lugar de protagonismo total.
waaw, que cambio! genias!
ResponderEliminargracias! amorosa!
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